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HUK, ISKAY, KINSA, TAWA…

Censando Nuestra Identidad, Comprendiendo Nuestra Realidad

Publicado: 2017-10-30


Un día antes habíamos dicho que probablemente “mestizo” sería la respuesta más común (al responder la pregunta de autoidentificación étnica del último censo: Por sus costumbres y sus antepasados, ¿usted se siente o considera…) Habíamos dicho también, “ojalá no le pase nada a ninguna de las que censen”. Lamentablemente la realidad supera la ficción. Si queremos saber qué nos pasa, debemos saber quiénes somos y qué es lo que haremos al respecto.

Generalizaciones y lugares comunes

Solemos decir mestizo, recapitulando nuestra historia cotidiana y nuestras costumbres, como quien se mira en un espejo reconociéndose, para decir finalmente: Si, soy mezclado. 50% de esto, 10 de aquello y 40 de lo otro. Pero el problema de la identidad es que no se trata de una fórmula matemática o de un cruce de ganado. El problema de decir soy mestizo en una sociedad, primero, tan racista y, luego, tan hipócrita, es que aludimos a un lugar común que no dice nada. Es como decir que el problema de la violencia contra la mujer es un problema de salud mental y que no debemos generalizar. Por supuesto que estamos muy enfermos como sociedad, y que también es una generalización. Pero a veces, como en los casos de los adictos que en un último esfuerzo deciden cambiar sus vidas, el enfermo para cambiar necesita tocar suelo, reconocer que algo no anda bien, exagerar y no tener vergüenza de pedir auxilio.

La identidad es con lo que te identificas, es tomar partido por algo, no guardar un silencio cómplice. Algo, muy difícil en una sociedad colonial, machista, violenta y con tan baja autoestima... (Más allá de que el Perú pueda ir al mundial y nos confundamos todos en un solo abrazo. La mañana del día siguiente seguiremos odiándonos en la cola del metropolitano, en el tráfico, en el trabajo: “serrana pezuñenta”, “gringa vaga”, “negro pendejo”, “colorao abusivo”…). Asumir una identidad, es asumir un estilo de vida, ser consciente de tus privilegios (si los tienes) y actuar en consecuencia.

Yo dije: quechua

Y aunque siempre he dicho que las fronteras no deberían existir y que algún día nos daremos cuenta que tan solo somos ciudadanos del mundo. Esta vez yo dije quechua. No mestizo.

Lo dije porque mi padre (chanka-quechua) a pesar de llevar apellido extranjero, nació en un pueblo andino, fue pastor y cuando aprendió a hablar lo hizo en aquella lengua. Lengua que nunca me enseñó, pero que yo escuchaba embelesado de niño cuando él la usaba cada vez que se encontraba con un paisano en el mercado, cuando reía libremente (siempre he creído que los quechuas ríen distinto). Lo dije porque mi casa se techó con ayni y con minka (con mis tíos y mis primos cargando latas, con las tías llevando la manguera, ayudando en la mezcla). Lo dije porque cuando hemos tenido alguna dificultad o alguna gran empresa hemos recurrido a las polladas (algo impensable en occidente). Lo dije porque fue leyendo a Arguedas que entendí lo mágico (sin matar lo real). Lo dije porque la mitad de Lima se construyó con faenas comunales ante el abandono del Estado. Lo dije porque si algunos celebran la navidad con nieve artificial en la costa y chocolate caliente en verano (que por cierto me encanta), ¿por qué diantres yo no voy a reivindicar mi pueblo originario? Lo dije porque en una sociedad tan individualista y estupidizada, creo en lo colectivo (me parece tonto que una sola persona se movilice en tremendas camionetas atorando el tráfico y no exista un sistema público de transporte decente). Y porque la mejor expresión de lo colectivo en el Perú ha sido lo indígena.

Pero no ese mito del buen indígena inventado por académicos, y al que las ONGs extranjeras nos dicen que debemos mantener "puro" y "concientizar" como guardianes de una selva inalterable, de unas montañas inmaculadas, es decir de una realidad ficticia. No. Me refiero al nuevo indígena que empieza a darse cuenta de su condición y a reír libremente, al que nace de la vida misma. Al indio de aquella cultura andina o amazónica que formó la nueva Lima, cultura que José María Arguedas identificaba como “expansión transformada vital”. Al indio que se recrea en las ciudades, pero mantiene sus raíces en lucha contra la cultura oficial que lo prohíbe. Porque reivindicar nuestras raíces no se reduce a un plato típico o a ponerte un chullo. Entonces, ¿cuál es la esencia (si existe eso) de lo indígena, de lo andino, lo amazónico, etc.?

A propósito del censo ¿En qué reside la condición humana?

Podríamos hacer una larga lista de los problemas del censo: Violaciones, improvisación y problemas logísticos; falta de capacitación, propina miserable y que no se paga como debe; convenios con instituciones privadas que van a manejar nuestros datos económicos y hasta sobre creencias con DNIs y todo.

Pero también nos dejó anécdotas muy significativas… A la pregunta del censo sobre autoidentificación étnica, los medios reportan que PPK indicó: “Dicen que es la raza europea, pero… blanco, blanco”. Y seguro lanzó esa risa vacía y triste a la que nos tiene acostumbrados, y que a mí se me antoja que es como una velada burla a los peruanos tantas veces invadidos, esquilmados y estafados por las burguesías extranjeras, como con la que el ciudadano norteamericano dice identificarse. Agregando, “yo creo que es correcto ese tipo de preguntas. Son preguntas estadísticas. No son preguntas de creencias”. Bueno, es lo que uno espera encontrar en un censo (preguntas estadísticas y no de creencias), pero gracias a que este censo hizo todo al revés, nos permitió encontrarnos con preguntas de creencias y se generó un debate sobre nuestra identificación. Como por ejemplo con la pregunta sobre religión, que no tiene sentido hacerla en un país laico y no confesional (lo que evidencia en los hechos que estamos al revés, más cerca a ser un país confesional). 

Leyendo un artículo de Arguedas sobre el carnaval de Tambobamba de 1942 encontré una bella descripción del río Apurímac, además de su traducción y a partir de ella una clave para entender lo andino: “Tambobamba está en la provincia más oculta del Ande peruano. Allí donde el gran río, el sagrado Apurímac, rompió todas las cordilleras para bajar a la selva y seguir tranquilo y soñoliento, hasta encontrar el Amazonas. (…) Apurímac quiere decir “el poderoso que habla”. Porque solo es posible verlo desde las cumbres, y su voz se oye en todas partes.” La noción común que se tiene de “apu” es Dios. Y la noción judeo-cristiana de Dios pasa necesariamente por una abstracción idealista. Sin embargo para Arguedas y para el mundo andino apu es “poderoso” y para mi padre (quechua ayacuchano) apu es “rico”.

El apu (el río poderoso que habla o la montaña donde están las cabeceras de cuenca) no es un ser que nace del mundo de las ideas, es muy real y permite que la vida se reproduzca, porque sin agua no hay vida. Claro, luego viene la escenificación muy propia de lo humano, en la cual se peregrina a los apus, a darle un "pago a la pachamama" que es una especie de pacto por el cual se le ofrenda algo a la tierra –se la protege- y ella permite que se la trabaje, reciprocidad. Con todo lo idílico que ello tiene, me parece mucho más racional que prender velas a un santo o llevar en la cartera reliquias de este (pedazos preservados de su cuerpo). Pero bueno, respetamos todos los cultos.

Nuestros pueblos originarios fueron grandes orfebres y practicaron actividades extractivas de mineral, así como perfeccionaron su agricultura a más de 4 mil metros de altura o desarrollaron un gran manejo medicinal a partir de nuestra biodiversidad. Todo en un balance humano-humano, humano-naturaleza mayor del que tenemos hoy. La visión andina del ambiente es mucho más material y no idealizada como se aprecia en algunas visiones ecologistas europeas muy de moda hoy. El apu (la naturaleza) no es un ser ajeno intocable, es parte de la comunidad, y como tal no está inmovilizado en el tiempo, tiene vida igual que cualquiera, pero no es cualquiera, es el más poderoso y se le debe respeto.

Marx decía que la condición humana residía en el trabajo, Engels decía que el trabajo había creado al ser humano. Pero nos decían también que en algún momento de la historia nuestro trabajo se lo apropió otro, se convirtió en algo ajeno. Y con él, el ser humano también: enajenado, alienado. Vivimos en un mundo donde todo se compra, todo se vende. Si no entendemos la naturaleza del capitalismo y actuamos en consecuencia, no será suficiente nuestra indignación frente al racismo, frente al machismo, la polución, la corrupción, etc.


Escrito por

Diego Motta

Mi abuelo chacarero, mi abuela quechua hablante. Nací en Lima, en un barrio obrero, fui a la universidad. Barro pensante y carne actuante.


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